Y cuando al fin tomaste fuerzas para levantarte
de la cama, dejar de llorar (aunque a pesar tuyo querías seguir haciéndolo) te
dirigiste al baño, una buena ducha colaboraría al menos un poco en este
momento. Luego de varios minutos ahí (no calculaste, ni te importaba cuantos)
decidiste salir, te cambiaste y volviste a tomar fuerzas (las mismas que cuando te levantaste,
o quizás el doble) para abrir la puerta de tu habitación y bajar hasta el living, donde suponías tus
padres te estaban esperando.
Contaste
e inhalaste y exhalaste tres veces seguidas para cruzar aquel umbral, los viste
a tus padres ahí, ella con los ojos cristalizados, y él tratando de parecer
fuerte (solo tratando, porque igual así lo veías vulnerable).
Sin
decir nada fuiste a la cocina, te preparaste el desayuno (hambre no tenías,
pero era una forma de atrasar mas lo inevitable, ir a aquel lugar te daba
cierto mal estar, no el lugar, si no saber que tu hermano está ahí, pero no lo
podes sentir o escuchar).
Tardaste
casi treinta minutos en tomar aquel cortado con tostadas que te habías
preparado, y cuando estuviste lista, suspiraste (nuevamente) y volviste al living, no sabías que decir,
pero era hora de hablar.
-¿Vamos?
–Dijiste tratando de mantenerte fuerte, en frente a tus padres, ellos te
miraron y tu mamá se abalanzo a abrazarte, ese abrazo que tanto necesitabas,
las lágrimas no se contuvieron, no pudiste contenerlas, y te largaste a llorar,
hasta no poder más- perdón –le susurraste a tu madre-
-No
chiquita, no digas eso. –dijo ella entre sollozos- vamos, dale –y te beso la
mejilla, para luego caminar hasta la entrada-salida de tu casa y dirigirse al cementerio-
Y
ahí se encontraban, caminando entre tantos ataúdes, buscando el de tu hermano,
y ese escalofrió que tan solo te producía el estar ahí, y el que aumento mucho
mas al ver el de él, el de Gonzalo, te quebraste (a lo lejos de tus padres que
ya se encontraban aún más cerca) y los dejaste a ellos ahí solos por un
momento, el dolor era mucho, tanto que no te cabía en el pecho, ese nudo en la
garganta que no paraba, y tus ganas de mantenerte fuerte ante ellos se
derrumbaban.
Luego
de varios minutos, ellos como vos lo hiciste, te dejaron a vos sola, y ahí fue
que llevaste aquella rosa blanca, “el símbolo de la
pureza y la inocencia” y eso era él, un joven inocente que dejo de vivir
por un descuido de ambos (aunque te castigabas diciendo que era tuyo) lo
dejaste ahí, y le dedicaste algunas palabras (la mayoría eran suplicas, de perdón),
luego de mucho te reincorporaste y fuiste junto a tus padres, y ellos te abrazaron, tan fuerte como nunca, y
ahí lo sentiste a él, cuidándolos desde arriba.
***
Tus
auriculares enchufados, y varias canciones desde aerosmith a coldplay en tu
reproductor, ese mismo día después de aquella mañana un poco dura, vos sentada
en el pequeño parque de aquel barrio privado, algunos niños jugando, pocos, era
un sábado gris, mucho por hacer no tenían, y vos querías estar sola y a la vez
respirar aire puro, por eso decidiste ir ahí, sentada, recostada sobre un viejo
árbol, derramando lagrimas (detrás de aquellos enormes y negros anteojos)
maldiciendo mil y una vez que el ya no este.
-¿un
abrazo? –escuchaste y sentiste que alguien se arrodillo a tu lado, miraste, y lo viste a él, no entendías porque estaba ahí,
tampoco porque se tomo el tiempo de llegar hasta vos, pero no te importo eso,
ni nada, solo querías ese abrazo ahí y en ese momento, lo hiciste con todas tus
fuerzas, y lo sentiste a él conteniéndote con delicadeza, tu cabeza estaba a
mil, y tu corazón aún mas, una parte te decía que basta que te estás mostrando frágil,
y otra que no importa nada más que ese abrazo, ese momento.-
-Gracias
–susurraste y te separaste de él, Pedro, se quedo mirándote, inspeccionando
cada uno de tus movimientos, lo sentías asombrado, verte a vos así, no era tan
común- es muy raro verme así ¿no? –Preguntaste limpiándote las lágrimas,
tratando de ponerle un poco de humor a aquel momento, no sabías de otra forma cómo
manejarlo-
-Un
poco –dijo él, y esta vez se acomodo mejor a tu lado, lo miraste y sentiste una
catarata de emociones interminable, estar así tan vulnerable, y que aparezca
él, una debilidad sin dudas (y ya no te daba la cabeza como para guardártelo, y
hacer como si nada)-
-¿Qué
haces acá? –preguntaste casi por desesperación a aquel incomodo silencio en el
cual sus miradas hacia vos no hacían más que inhibirte, ponerte nerviosa, y
capas hasta sonrojarte-
-Solo
pasaba como casi siempre a tomar un poco de aire –dijo el, tranquilo, sin dejar
de mirarte- te vi desde lejos y sentí que tenía que venir, perdón si molesto –siguió
y estabas a punto de derretirte, era la primera vez que tus sentimientos salían
a flor de piel, te maldecías por ello-
-No,
solo pregunte –dijiste y seguiste- necesitaba un abrazo, gracias –volviste a repetir y el te sonrió-
-Cuando
quieras Pau –dijo y sentiste que su mano se poso en tu mejilla, acariciándola,
y limpiando el resto de lágrimas-
-Creo,
que me voy –dijiste casi tartamudeando, ya se te estaba yendo de las manos la situación,
y el tenerlo así tan cerca, era más que una
debilidad (y ya que mas da, lo admitís, morís por él, desde siempre, y no
arruinarías años de hacerte la insignificante por un momento así, como este) –
-¿te
acompaño? –pregunto él como si nada (¿acaso no entendía que te inhibía? ¿Qué lo
querías lejos? ¿Qué sería lo mejor?)-
-Em
–dijiste nerviosa, y parándote, lo veías y te podía (mucho)- bueno –dijiste y
al segundo te arrepentiste, pero ya era tarde-
Agradeciste
que tu casa solo estaba cuadras pequeñas, y no tendrías mucho mas tiempo con él
(una gran contradicción, por que querías, pero no podías, o eso te repetías a
vos misma).
Llegaron
y el sin permiso alguno beso tu mejilla, muy sentidamente, y te dijo “nos vemos” para luego irse, y dejarte
ahí parada, como tonta, mirándolo mientras se iba.
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