Domingo, con un regocijo especial (sin saber porque) te desperezarte, segundos después te levantaste y alcanzaste a
garrar tu celular con la mano: simplemente para fijarte la hora. 09:30, por
debajo de tu habitual horario al despertarte (un domingo), raro en vos, muy,
pero en fin, no tenías (ni querías) seguir durmiendo. Entraste al baño,
decidida a ducharte, hoy tenías un entusiasmo único (y la ducha era un lugar en
el cual podías seguir indagando aquel estado). Sin más preámbulos te
desvestiste y dejaste el agua correr por todo tu cuerpo.
Al cabo de casi treinta minutos te encontrabas en tu
habitación, en vuelta con una toalla, buscando ropa que ponerte (de entre-casa
simplemente) pero algo te interrumpió, era el sonido de la puerta de tu
habitación golpearse, preguntaste quien era y ante las respuesta de tu mamá,
decidiste abrir así (era ella, que importaba).
-Hija, por lo que veo no hacía falta despertarte –dijo
esta, asombrada (si, vos a lo máximo eras de despertarte al medio día)-
-Mami –quisiste sonar amorosa (de cierta forma)
mientras sonreías- si, no se, estoy como rara –te sinceraste.
-Bien o mal? –preguntó curiosa-
-Bien, creo –dijiste sonriendo-
-Bueno, mucho mejor, porque quería, queríamos –se corrigió-
sugerir algo para nuestro domingo –remarco la ante última palabra-
-Decime –dijiste sonriendo-
-Pasar un día en familia –termino la última palabra y
no pudiste dejar de expresar la felicidad en tu rostro- vos, papá, yo, los
abuelos, tíos, primos –cito esta, casi enumerando, y tu sonrisa ahora era más
amplia aún, estabas sumamente conmovida, ahora ibas comprendiendo el porqué de
tu despertar tan peculiar-
-Enserio ma? –preguntaste incrédula y cuando la viste
asentir, no dudaste y te abalanzaste hacia ella, la familia, tu familia, era
algo que vos amabas profundamente, y el no tenerla cerca durante mucho tiempo
influyó bastante en tu estado (anímico), era lo que necesitabas desde hace
tiempo, volver a ver el rostro de todos, juntos (en excepción al que mas amabas)-
me encanta la idea –dijiste feliz-hace
mucho no veo a todos.
-Lo se hija, y quería pedirte perdón de nuevo, te
alejamos de todos –dijo esta con pena y volviste a abrazarla-
-Ya paso ma, se que fue muy difícil para ustedes, para
mi también –pequeñas gotas de lágrimas salían de tus ojos- pero esto que estan
haciendo ahora importa mucho mas, gracias de verdad.
-A vos por perdonarnos hija –dijo esta y te separaste-
basta de llantos, vamos, prepárate, y prepara un bolso grande, como hacíamos
antes, que vamos a ir a la quinta de los abuelos –sonriendo ampliamente-
-Bajo en unos minutos ma –dijiste, ella te dio un cálido beso en la mejilla y bajo-
Atarantada (como eras vos) te pusiste a empacar en el
bolso que siempre usabas para esa ocasión, guardando todo lo necesitado,
bikini, toalla, cremas para el sol, lentes, cambio de ropa, y más, con el bolso
hecho, te cambiaste y con una sonrisa enorme bajaste hasta el living donde se
encontraban tus padres.
-Ya estoy lista –dijiste y ellos sonrieron-
-Genial hija, te prepare el desayuno, cuando lo
termines nos vamos –dijo tu madre y la miraste conmovida, ¡hacía tanto no lo preparaba!-
-Gracias ma –besaste su mejilla- hola pa –dijiste y
besaste la mejilla de el-
-Buen día hija –sonriendo-
Por ser vos y estar tan emocionada acabaste con tu
desayuno rápidamente y luego de comunicarles a tus padres, subieron al auto
camino a la quinta.
Enchufaste tus auriculares y los llevaste hasta tus
oídos, pusiste una de las canciones que más te gustaban y te dedicaste a mirar
el paisaje (ya había salido de la ciudad) que tanto te gustaba, y al cabo de
una hora más tu padre se encontraba estacionando en aquella casa que tantas
alegrías te dio, la quinta de tus abuelos, donde tanto jugaste y viviste tu
infancia, conmocionada abriste la puerta del auto, y bajaste, paz, familia,
libertad se respiraba allí, y eso era lo más lindo que te daba ese lugar.
Al parecer los únicos que faltaban eran ustedes, te
emocionaste al recibir el cálido abrazo de tu abuela ¡Cuánto la amabas! Sin vergüenza
dejaste caer lágrimas, al igual que ella, aquellas lágrimas que siguieron
presentes al reencontrarte con toda tu familia, y al darte cuenta que te
querían igual o más después de lo ocurrido y que no te culpaban en lo más
mínimo por ello tu corazón ceso su angustia.
Tuviste una hermosa mañana, un hermoso almuerzo, y una
hermosa tarde con tu familia, lo que exactamente necesitabas ya desde hace
varios meses, lo que te hacía tanta falta, volver a escuchar los chistes de tu
primo, las indicaciones de cómo cuidarte por parte de tu abuela, los celos excesivos
de tu abuelo, de tenerte como una niña, todo en fin te devolvió gran parte de
la felicidad que aún no lograbas volver a completar.
Agradeciste infinitas veces a tus padres por aquel día,
y luego de despedirte efusivamente de todos, partieron de nuevo para tu casa
¡felices!
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