lunes, 25 de agosto de 2014

-50.

Otra semana más pasó, después del lunes que Pedro me llevo a casa, volvió más tarde para ensayar, fue incómodo, fue triste, fue un recordatorio de que antes no era así, pero pudimos ensayar a pesar de todo, volvimos a repasar la primera música, ya que no lo hicimos por un tiempo. Hubo momentos en los que él se quedaba mirándome y yo trataba de fingir no notarlo, también momentos en que no podíamos dejar de mirarnos ambos, y siempre me obligaba a apartar la mirada antes de hacer cualquier idiotez.

No volvió a llevarme hasta mi casa otro día, no hubo necesidad ya que siempre me aseguraba de ir con Zaira.

En el gimnasio trataba de ignorarlo, aunque siempre se las arreglaba para entrar en el foco de mi mirada de alguna forma u otra. Pero todo siguió normal, si así podía llamárselo,

Hoy es sábado, y de nuevo voy a ese que solía ser nuestro lugar, ya que él no fue el anterior, pensé que los sábados ya no eran nuestros días, sino míos.

Al llegar ahí, como el sábado anterior no había rastros de él, volví a tumbarme en césped mirando el cielo, cerré los ojos en un momento, e inevitablemente recuerdos de nosotros juntos acá vinieron.

Sentí la sombra de algo tapándome la luz del sol, era él, sin abrir los ojos lo supe. Decidí dejarlos cerrados ya que no tenía la mínima idea de que iba a hacer si los abría.

Lo sentí sentarse a mi lado, luego acostarse, y después de unos largos minutos sentí su mano sobre la mía, sin pensarlo la gire y entrelazamos los dedos, que encajaron, como siempre.
Decidí que no arruinaría el momento, disfrutaría de esta repentina paz que me invadió.

Minutos pasaron hasta que él me soltó la mano, pensé que se levantaría e iría, pero pasó los brazos por debajo de mi cabeza y me llevo hacia su pecho. Inmediatamente mi brazo lo envolvió también, y nos medamos así por lo que parecieron horas, el acariciando mi cabello, yo escuchando los latidos de su corazón, una tranquilidad y paz que hace semanas no tenía.

—Te extrañé tanto. —dijo el soltando un suspiro, y volví a la realidad e intente salir de sus brazos, pero me atrajo más a él—. No te vayas, por favor. —Susurró, y con el por favor ya me tenía ahí de nuevo, pero tenía que hacer algo.

—Pedro esto solo va hacer las cosas peor. —Dije, pero aún lo dejaba sostenerme.

—Por favor. —Volvió a repetir, y suspiré—. Dije que te iba dar un tiempo, que lo necesitabas, que era lo correcto, pero no quiero esperar más, no puedo, te extraño mi amor. —Su voz se quebró un poco, mis ojos se llenaron de lágrimas—. Perdoname por favor, yo no quise, te juro no quise. —lo sentí inhalar lentamente, se reincorporo haciéndome sentar también, y agarro mi barbilla para hacer que lo mire, sus ojos estaban llenos de lágrimas no derramadas— te prometí algo un día, y no lo cumplí, pero dejame repararlo, por favor. —susurro. Y vino a mi mente las palabras que me había dicho mi abuela, y pensé en si quería tener a Pedro a mi lado igual, a pesar de todo, y sabía la respuesta, siempre la supe, pero ahora con él enfrente estaba decidida a arriesgarme.

—Una persona muy sabia hace poco me dijo que el amor tiene sus altibajos, que podemos distanciarnos, pero lo que realmente va a importar después de que eso es que queramos solucionarlo, que logremos pasar esa etapa, perdonarnos. —Tomé aire, mientras el me miraba como si fuera su mundo entero, mientras yo repetía las palabras que mi abuela me había dicho—. Porque de eso se trata —seguí—, de hacer locuras, de meter la pata, pero lo más importante es que a pesar de esas metidas de pata uno decida que esa persona es a la que queremos al lado igual. Y ahora estoy segura de que te quiero a mi lado igual. —susurré al final, sintiendo una lágrima derramarse por mi mejilla.

—Te amo tanto. —dijo él, pegando su frente con la mía.

—Yo te amo tanto también. —susurré.

Nos miramos, sintiendo todo, a medida que nuestros labios se rozaban, ambos respiramos, sintiendo la exhalación del otro, para luego unir nuestros labios, suave, lento, transmitiéndonos todo el amor que sentíamos, lo mucho que nos extrañamos, lo felices que estábamos, fue un beso lleno de promesas no dichas.


**

Y... Esto fue todo por ahora, vuelvo en unos días, creo.

-49.

El resto de la semana transcurrió igual, en el colegio saludaba a Pedro y luego ninguno sabía que más hacer aparte de las intensas miradas, siempre que estábamos cerca estaba alguien más ahí, ya sea Zaira u otro compañero.
En el gimnasio trataba de no chocarme con él, y él no volvió a sacar el tema de llevarme hasta mi casa.

El viernes se llamó a una reunión donde los miembros del comité que organizaban la obra que haríamos en Octubre comenzaron a pedir que todos colaboráramos más, porque sin la ayuda de todos no iba a salir nada bueno.
Eso me hizo recordar que con Pedro teníamos que representar todos los “amores” que surgieron y surgían desde chicos hasta grandes (en el colegio) a través de un enganchado de canciones. Apenas habíamos llegado a terminar la primera canción cuando sucedió todo. Instintivamente lo mire, él ya estaba mirándome, asintió con su cabeza y me dio una sonrisa tranquilizadora. Podíamos hacer eso, no se trataba de nosotros, se trataba de todos.

***

El sábado fui a nuestro lugar, llámenme masoquista, pero esa mañana me levanté con la sensación de querer estar ahí, y de tarde fui, rogando ser la única, porque sin duda no podría quedarme con él ahí.
El lugar estaba tal y como recordaba, con las flores de distintos colores y el césped verde, obviamente no había sido descuidado, él también había venido acá hace poco.

Me recosté y mire hacia el cielo, era un día soleado pero con nubes, tal y como me gustaba. Me quede así por un rato, simplemente disfrutando de la paz que siempre me traía ese lugar.

***

El lunes decidí que hablaría con Pedro con respecto a volver a ensayar para poder tener terminadas y buenas las canciones que tendríamos que cantar en octubre.

Así que cuando tocó el timbre de salida (luego de explicarle a Zaira) sorprendí a Pedro pidiéndole que hablemos un rato.

—Quiero que retomemos los ensayos para la obra. —Dije directa, necesitaba demostrar que no me afectaba tanto, que podíamos trabajar juntos.

—¿E-estas segura? —Dijo aclarándose la garganta (algo que hacía mucho por ahora).

—Sí, estoy segura. Supongo que al comienzo será un poco incómodo, pero tenemos que hacerlo, este es nuestro último año. —A veces me sorprendía lo mucho que podía fingir indiferencia, años de práctica, creo.

—Tenés razón. —Dijo el sonando más serio, también—. ¿Desde cuándo? Y, ¿en dónde?

—Creo que estaría bien comenzar hoy, y en mi casa. —Aunque la idea de tenerlo ahí de nuevo era extraña—. Ya que acá no podemos. —Necesite aclarar.

—Sí claro, me parece bien. Entonces, ¿nos vemos a las dos?

—Sí, a las dos. —Como antes dije en mi cabeza—. Nos vemos Pedro.

—Espera, ¿cómo vas a tu casa ahora? —quiso saber.

—En bus. —respondí, y ya sabía lo que preguntaría después.
—¿Me dejas llevarte? —hizo esa cara, la que ni siquiera él sabe que me puede, y supe mi respuesta.

—Está bien. —él sonrió como un niño al que se le acaba de dar permiso de comer dulces, y yo sonreí de vuelta sin poder evitarlo.

Durante el camino fuimos en silencio con la música reproduciéndose, creo que fue uno de los momentos más dolorosos después de aquel lunes que le pedí que me dejará en paz, ya que no hizo falta que ninguno hablara, la música lo hizo.


-48.

Era lunes, primer día del mes de Julio e inició de clases después de las vacaciones, mientras estábamos por llegar al colegio me decía a mí misma que actuara normal, que ya había pasado tres semanas, que no sabía si él siquiera me dirigiría la palabra, que tal vez decidió que no quería hablarme más, o peor.
Tomé varias respiraciones profundas antes de despedirme de mi papá y bajar del auto, inmediatamente vi a mi amiga, cuando me vio comenzó a caminar hacia mí y nos abrazamos.

—Te extrañe Pochi. —dijo ella mientras nos abrazábamos.

—Yo también cachorra. —dije y nos separamos—. ¿Cómo estás?

—Bien ¿y vos? —dijo y su pregunta venía con mucho más peso que la mía.

—Estoy mejor. —respondí, ella me dio la mirada, yo asentí y le aseguré—: De verdad, estoy mejor, estar con mis abuelos me hizo bien.

—Me alegro Pochi, ¿cómo estas con el tema de que inevitablemente lo vas a ver? —quiso saber más.

—Bien, ya lo perdone y quiero que todo esté bien, no como antes de que fuéramos algo, porque las dos sabemos que eso era peor. —no pudimos evitar reírnos—. Pero si quiero que podamos hablar y estar en un mismo lugar porque es mi compañero a pesar de todo y falta un poco para que el colegio termine. —dije, y ni yo me creía, sabía que más que nada quería estar cerca porque lo extrañaba.

—Lo estas tomando mejor de lo que pensé, ¿segura que no me mentís? —mi amiga, siempre sobreprotectora.

—Segurísima. —afirmé.

—Bueno, porque ahora mismo se acerca con Hernán. —dijo señalando levemente con su cabeza detrás de mí.

Me empezaron a sudar las manos, pero tomé una larga respiración y logré calmarme un poco antes de girarme.
Ahí estaba él, mirándome, en sus ojos se veían las dudas, mismas dudas que tenía yo en mi cabeza, ¿lo saludo? ¿Cómo lo saludo? ¿Los compañeros no se dan besos en la boca como si su vida dependiera de ello, no?
Decidí ir por lo simple:

—Hola. —dije, y para que ambos (ya que Hernán me miraba medio dudoso también) notaran que no estaba ahí con ganas de matar a nadie, sonreí.

—Hola Pau. —dijo Hernán y rápidamente prosiguió a saludar a su novia.

—Hola Po… —se aclaró la garganta—. Hola Pau. —se corrigió, estuvo a punto de decir el apodo que me había puesto, quise decirle que no se corrija. No lo hice.

Sin embargo nos quedamos mirándonos sin decir nada por lo que parecieron años, su mirada transmitía tantas cosas: cansancio, dolor, duda, esperanza. Y esperaba que los míos no fueran tan visibles, porque estarían transmitiendo lo mismo.

—¿Vamos entrando? —Nos sacó de nuestro momento la voz de Zaira—. Ya tocó a campana.

—Vamos. —di una última mirada hacia él, antes de dirigirnos adentro.

***

El timbre de mi casa sonó justo cuando lo abrí, ahí estaba Zaira, como siempre, pasando para ir hasta el gimnasio juntas. Como dije, volvería a mi vida normal, y esto formaba parte de ella.

—¿Lista Pochi? —preguntó, algo que ya era una cosa nuestra.

—Lista Cachorra. —Respondí y comenzamos nuestro camino al gimnasio.

Cuando llegamos me fije que no había nadie en la puerta, ni Pedro y Hernán y por suerte tampoco Verónica y Samanta.

Pero sabía que mi suerte no iba a ser tanta porque cuando entre pude localizar a las dos últimas ya ejercitándose, decidí (y se lo hice saber a Zai) que iba a ignorarlas, ya suficiente daño hizo Verónica, no le iba a permitir ninguno más.

Cuando terminé mi rutina fui hasta el bebedero, agarré uno de los vasos y comencé a cargar al agua, cuando terminé me giré y en el marco de la puerta vi a Pedro, mirando directamente hacia mí, tragué saliva, estaba con su camisa colgada en un hombro y un poco sudado.
—Se aclaró la garganta—. Hola, estaba esperando para usar el bebedero. —dijo, y ambos sabíamos que era mentira.

—Ya está. —dije y me corrí—. Chau.

—Pau espera. —dijo agarrándome el brazo cuando estaba por salir, sentir su contacto, aunque sea mínimo, me hizo querer olvidar todo.

—¿Si? —pregunté, tratando de que no me afecte tanto su mano aún en mi brazo.

—¿Puedo llevarte hasta tu casa? —quería decir que sí, pero sabía que necesitaba más tiempo, y sola con él en el auto no iba a ayudar.

—Ahora no Pedro, voy con Zai. —le suplique con la mirada que entendiera.

Lo hizo, asintió y me dejo ir.


-47.

Un día antes de volver a casa, luego de tres semanas junto a mis abuelos, tres semanas que ayudaron mucho a tranquilizarme y volver a mí, pero sin nunca dejar de pensar en Pedro, dejar de extrañarlo y dejar de preguntarme si hice lo correcto o no. Mientras mi abuela y yo preparábamos la cena, mi favorita, (porque mi abuela siempre me consentía y esta no iba a ser la excepción), ella hizo la pregunta que estaba segura había querido hacer desde que llegue:

—¿Quién es?

—¿Qué? —pregunté fingiendo no entender, aunque sabía a lo que se refería.

—El que te hizo pensar que pasar las vacaciones con tus aburridos abuelos era una mejor idea que quedarte y disfrutar con tus amigos. —mi abuela, siempre tan directa.

—Primero que nada ustedes no son aburridos, amo venir acá. —dije—. Y segundo no es nadie —mentirosa decía en mi mente.

—Mentirosa. —concordó mi inteligente abuela—. Dale contame, vos sabes que lo necesitas. —dijo, y estaba en lo cierto, aunque hablé mucho con Zai sabía que contarle a la abuela iba a ser diferente, ella tenía mucho más tiempo vivido.

—Se llama Pedro. —dije y deje escapar un suspiro, antes de comenzar a contarle todo.

—Mira mi amor. —dijo mi abuela limpiándome las lágrimas que inevitablemente cayeron mientras terminaba de contarle todo—. Sé que ahora todavía duele, y que pensás que ya no deben estar juntos, porque te conozco y se lo mucho que te proteges para no sufrir, pero lo que puedo decirte es que si alguna vez volvés a estar lista para estar con él, u otra persona, sepas que el amor tiene sus altibajos, que pueden distanciarse, pero lo que realmente va a importar es que quieran solucionarlo, que logren pasar esa etapa, perdonarse ambos, porque de eso se trata, de hacer locuras, de meter la pata, pero lo más importante es que a pesar de esas metidas de pata decidas que esa persona es a la que querés a tu lado igual.

—Gracias abuela. —fue lo único que pude decir a través de las lágrimas, teniendo por certeza que esas palabras las recordaría siempre.


***


—Gracias por aguantarme estas tres semanas. —dije graciosa pero en serio, mientras me despedía de mis abuelos.

—Te esperamos siempre con los brazos abiertos princesa. —dijo mi abuelo dejando un beso en mi frente.

—Acordate lo que te dije. —dijo mi abuela besándome en la mejilla.

—Siempre abuela. —respondí, y subí al auto donde estaban mis papás que habían subido segundos antes.

—¿Estas mejor mi amor? —preguntó mi mamá una vez que mi papá arrancó el auto.

—Sí mami. —dije, y era cierto, estas semanas lejos ayudaron, y lo que mi abuela me dijo ayer aún más—. ¿Y ustedes? ¿Disfrutaron mi ausencia?

—Muchísimo. —respondió mi mamá y sabía que estaba bromeando.

—Es más pensábamos en traerte todas tus cosas para que te quedarás a vivir acá —siguió mi papá.

—Pero luego nos dimos cuenta que no terminaste el colegio aún y entonces tuvimos que recapacitar —mamá fingió un suspiro y me eché a reír.


—Sí claro, como si yo pudiera creer que ustedes pueden vivir sin mí —dije graciosa y todos reímos. Todo el camino fuimos haciendo bromas o contando sobre lo que hicimos en las vacaciones, nunca preguntaron porque quise ir con los abuelos en primer lugar.

-46. (regreso)

Dos días antes de las vacaciones de invierno decidí que iría a la casa de mis abuelos, serían tres largas semanas y no se me cruzo por la cabeza otro lugar mejor como para descansar mi mente o huir se burlaba mi propia conciencia, si, tal vez esa era parte de la decisión de ir con ellos, pero también porque necesitaba aclarar mi mente, entender lo que paso, entenderme a mí, para luego al volver estar más tranquila y poder hablar con Pedro, cosa que no pude hacer el resto de la semana, después del lunes que le pedí por favor que me dejara en paz. Él lo hizo, en cierta forma, no intento volver a hablarme ese día, a la mañana siguiente se acercó a Zaira mientras no estaba con ella para preguntarle como estaba, Zai no pudiendo medir su temperamento le dijo que no era de su importancia, en estos casos era como una mamá osa, y no la culpaba yo fui exactamente igual (incluso peor) cuando Hernán había hecho algo estúpido también.
El miércoles Pedro volvió a preguntar lo mismo a Zaira, ella no respondió.
El jueves sucedió lo mismo.
El viernes insistió nuevamente y Zai para premiar su perseverancia (palabras de ella, no mías) le había respondido que si estar bien era respirar y comer entonces sí, estaba bien. Él se limitó a asentir.
En todos esos días yo seguí una nueva rutina, levantarme, desayunar, ir al colegio, tratar de ignorar las especulaciones sobre aquel día, tratar de ignorar las miradas de Pedro y a la vez no tentarme a mirarlo, volver a casa, ver tele, leer, dormir, y pasar tiempo con Zaira, que no me dejo en ningún momento (mientras podía), decidí que me iba a dar esa semana para estar así, deprimida, pero que después seguiría con mi vida normal, porque esto no era ni la séptima parte del dolor que sentí cuando mi hermano murió, y si pude seguir después de eso, definitivamente podía seguir después de esto.
Por eso ese viernes decidí ir a pasar las vacaciones con mis abuelos, porque necesitaba salir de esa rutina depresiva, necesitaba los pies en la tierra, y nada mejor que la casa de mi niñez para eso.
El sábado cuando mis papás se fueron después de traerme y quedarse para que almorcemos todos juntos, les dije a mis abuelos que iría al parque que estaba solo a cuadras de la casa, agarre uno de los libros que traje, mi celular y auriculares, y encaminé al parque que me traía hermosos recuerdos y mucha paz, lleno de árboles y flores, con lugares escondidos en los cuales podías sentarte por horas sin que nadie te notara ni molestara.
Fui a donde siempre iba cuando me daba una rabieta y me enojaba con mis papás, y me tumbe, puse música y abrí mi libro, logre leer cerca de 50 páginas antes de que mis pensamientos me ganaran y comenzara a pensar en él.
En ese momento parecían años de aquel día en que me derramó el fernet encima y luego me pidió bailar. Me acuerdo que era tan cerrada todavía para entonces, que todavía seguía creyéndome mi propia mentira, que mi desagrado hacia él era más grande que ese enamoramiento que siempre estuvo. Me acuerdo como desde ese día comenzó a abrirse paso en mi vida hasta que logró entrar por completo.
Como peleábamos tanto, más porque él me sacaba de mis casillas a propósito, pero luego habría sonrisas secretas (de mi parte, él siempre sonreía abiertamente.)
Me acuerdo del día que rompió por completo todos los muros que había armado, cuando me besó luego de cantar en el karaoke esa canción que nos definía tan bien.
Me acuerdo como al día siguiente cuando yo no sabía qué hacer y estaba volviéndome loca con mis pensamientos el simplemente vino a mi casa, me besó, calmó todas mis inseguridades y me prometió que nunca haría algo para lastimarme y tampoco dejaría que yo lo lastimara a él. Obviamente ninguno sabía lo que prometía, porque queríamos tanto estar así, juntos, que las promesas tuvieron sentido entonces.
Recordé cuando me pidió ser su novia, cuando me enseñaba a cantar, cuando nos dijimos te amo por primera vez, cuando estuvimos juntos por primera vez, nuestro primer mes de novios… Todo parecía que fue hace tanto pero en realidad fue hace tan poco.
Quiero más cosas que recordar, quiero más aventuras con él, ya lo perdone pero no sé si voy a ser capaz de confiar otra vez, no solo en él sino en mí, y en que si pasara algo así de nuevo más adelante, cuando tenga aún más sentimientos por él, no me rompería por completo.

**

He aquí un día volví... No se si retomarán la novela, pero me siento en la obligación de subir igual... Tal vez a alguien le de ganas. Siento haber dejado de escribir pero no sabía como seguir, y bueno no lo hice. 
Pero hace unos días vengo queriendo terminar algo (esta novela por lo menos) y entonces me puse a re leer y de repente zaz me llego la inspiración de nuevo así que acá traigo varios capítulos, el final (después del último capítulo que voy a subir hoy) está cerca, pero decidí subir estos ahora para... No sé para que pero en fin... Adiós, no me odien tanto, y sigan leyendo que leer es lo más lindo del mundoooo.