lunes, 3 de noviembre de 2014

-53.

A la salida del colegio fuimos los cuatro a almorzar juntos, por los viejos tiempos, palabras de Zaira, tan exagerada.

Después fuimos directo a mi casa con Pedro para ensayar, cuando llegamos la casa ya estaba vacía (para suerte de Pedro).

Nos pusimos a ensayar y no podía ser más feliz, ya que los anteriores ensayos eran incómodos porque estaba pendiente de todo y no podía concentrarme en sentir la música. Sin embargo esta vez era diferente, podía sentir la música y a Pedro cantando conmigo.

Cuando terminamos de cantar nos quedamos mirando fijo por un rato.

—Sos hermosa, ya te dije? —dijo Pedro sacándose la guitarra y acercándose a mí.

—Mm creo que hoy no —dije graciosa mientras se sentaba a mi lado.

—Bueno —dijo girando mi barbilla para quedar frente a él— Sos hermosa —repitió y me besó.

Le devolví el beso tierno y lento mientras enredaba los brazos en su cuello y él me colocaba encima suyo agarrándome de la cintura.

—Te amo —le dije suspirando mientras nos mirábamos con nuestras frentes pegadas.

—Yo también te amo mi amor —me beso de nuevo y suspiro— te extrañe tanto.

—Yo no, para nada —dije graciosa y ambos reímos, pero luego lo bese y dije—: también te extrañe mucho, tanto se me notaba que mi abuela me dio consejos antes de venir. —él sonrío.

—Ella es la que te dio ese consejo tan lindo de permanecer a mi lado igual? —asentí. — Bueno, tenés que presentármela porque tengo que agradecerle mi vida.

—Soy tu vida? —pregunté sonriendo, embobada, no podía evitarlo.

—Sos mi vida —afirmó y me beso.

—Vos la mía —dije y lo abracé.

Nos quedamos así por un tiempo sólo abrazándonos, mientras yo escuchaba sus latidos y él acariciaba mi cabello o mi espalda, hasta que tuvo que irse porque ambos teníamos que prepararnos para ir al gimnasio más tarde.

***
Cuando llegamos al gimnasio con Zaira vimos a Pedro y Hernán hablando en la puerta, nos acercamos y los saludamos (aunque nos hayamos visto hace un rato) y luego fuimos adentro para comenzar con nuestra rutina.

Lastimosamente Verónica y Samanta ya estaban ahí y nos vieron entrar, la primera lo no pudo aguantarse y se acercó a mí.

—Así que volvieron —dijo, su tono amargo como todo de ella— suerte con eso —escupió su veneno, sutil.

—Sí, y espero que superes a mi novio, porque si no te va ir muy mal —dije, y no era una amenaza, pero era cierto no iba a volver a permitir que se meta con nosotros. — Y antes que digas más nada no es una amenaza, solo advierto y ahora chau no pienso seguir con esto.

Dicho todo fuimos hacia nuestro lugar con Zaira chocando los cinco.

***

—No te cansas de mirarme verdad —dije graciosa cuando sentí la presencia de alguien mientras estaba en el bebedero.

Ya sabía que era Pedro pero me gire igual para comprobarlo y él estaba ahí recostado por la puerta con los brazos cruzados mirándome con una sonrisa casi secreta.

—Nunca —respondió el acercándose y agarrándome la cintura— menos cuando estas así.

—Así toda sudorosa y sucia? —respondí envolviendo mis brazos en su cuello.

—Mmm algo así —dijo sonriendo y besándome— cuando te inclinas para servirte el agua es mi parte favorita igual —dijo gracioso y golpee su hombro.

—Callate pervertido —dije besándolo, luego me separe— bueno basta que tenemos que irnos.

—Te suelto sólo si dejas que te lleve —dijo agarrándome más fuerte.

—No quiero que me lleves —dije simplemente para jugar un rato.

—Entonces no te suelto nada —dijo y yo arqueé un ceja, él también.

—Bueno tal vez no quiero que me sueltes —arqueé mi ceja de nuevo, el sonrío de nuevo.

—Histérica —dijo inclinándose para besarme, gire mi cara y besó mi mejilla.

—Perdón? Me dijiste histérica? —pregunté acercándome a él, casi besándolo, pero luego alejándome de nuevo.

—Sí —dijo sonriendo.

—Creo que me voy caminando, no creo que quieras a una histérica en tu auto. —dije tratando de soltarme.

—Si la histérica es una rubia toda sucia y sudada de la que estoy muy enamorado entonces sí, la quiero —dijo sonriendo aún más, si era eso posible.

—Muy enamorado estas? —pregunté, si seguía así ya no iba a poder seguir el juego.

—Muy enamorado, y no quiero que camine hasta su casa a estas horas de la noche, porque si le llegara a pasarle algo yo me moriría —dijo y puso esa cara que estoy pensando seriamente que ya sabe que me puede.

—Ganaste —dije y solté un suspiro, indignada con mi falta de fuerza de voluntad cuando se trata de él.

—Desde que sos mía gané —dijo él y me derretí, una vez más.

—Sos un tierno tonto y te amo —dije besándolo una vez más— ahora vamos.

El río, me dijo te amo también y fuimos hacia afuera para encontrarnos con Zaira y Hernán que ya se iban.

Al llegar a casa nos despedimos con un beso y un largo abrazo (parecía que no podíamos dejar de abrazarnos nunca) antes de que se fuera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario