El resto de la semana transcurrió
igual, en el colegio saludaba a Pedro y luego ninguno sabía que más hacer aparte
de las intensas miradas, siempre que estábamos cerca estaba alguien más ahí, ya
sea Zaira u otro compañero.
En el gimnasio trataba de no chocarme
con él, y él no volvió a sacar el tema de llevarme hasta mi casa.
El viernes se llamó a una reunión
donde los miembros del comité que organizaban la obra que haríamos en Octubre
comenzaron a pedir que todos colaboráramos más, porque sin la ayuda de todos no
iba a salir nada bueno.
Eso me hizo recordar que con
Pedro teníamos que representar todos los “amores” que surgieron y surgían desde
chicos hasta grandes (en el colegio) a través de un enganchado de canciones.
Apenas habíamos llegado a terminar la primera canción cuando sucedió todo.
Instintivamente lo mire, él ya estaba mirándome, asintió con su cabeza y me dio
una sonrisa tranquilizadora. Podíamos hacer eso, no se trataba de nosotros, se
trataba de todos.
***
El sábado fui a nuestro lugar, llámenme
masoquista, pero esa mañana me levanté con la sensación de querer estar ahí, y
de tarde fui, rogando ser la única, porque sin duda no podría quedarme con él
ahí.
El lugar estaba tal y como
recordaba, con las flores de distintos colores y el césped verde, obviamente no
había sido descuidado, él también había venido acá hace poco.
Me recosté y mire hacia el cielo,
era un día soleado pero con nubes, tal y como me gustaba. Me quede así por un
rato, simplemente disfrutando de la paz que siempre me traía ese lugar.
***
El lunes decidí que hablaría con
Pedro con respecto a volver a ensayar para poder tener terminadas y buenas las
canciones que tendríamos que cantar en octubre.
Así que cuando tocó el timbre de
salida (luego de explicarle a Zaira) sorprendí a Pedro pidiéndole que hablemos
un rato.
—Quiero que retomemos los ensayos
para la obra. —Dije directa, necesitaba demostrar que no me afectaba tanto, que
podíamos trabajar juntos.
—¿E-estas segura? —Dijo aclarándose
la garganta (algo que hacía mucho por ahora).
—Sí, estoy segura. Supongo que al
comienzo será un poco incómodo, pero tenemos que hacerlo, este es nuestro
último año. —A veces me sorprendía lo mucho que podía fingir indiferencia, años
de práctica, creo.
—Tenés razón. —Dijo el sonando
más serio, también—. ¿Desde cuándo? Y, ¿en dónde?
—Creo que estaría bien comenzar
hoy, y en mi casa. —Aunque la idea de tenerlo ahí de nuevo era extraña—. Ya que
acá no podemos. —Necesite aclarar.
—Sí claro, me parece bien.
Entonces, ¿nos vemos a las dos?
—Sí, a las dos. —Como antes dije en mi cabeza—. Nos vemos
Pedro.
—Espera, ¿cómo vas a tu casa
ahora? —quiso saber.
—En bus. —respondí, y ya sabía lo
que preguntaría después.
—¿Me dejas llevarte? —hizo esa
cara, la que ni siquiera él sabe que me puede, y supe mi respuesta.
—Está bien. —él sonrió como un
niño al que se le acaba de dar permiso de comer dulces, y yo sonreí de vuelta
sin poder evitarlo.
Durante el camino fuimos en
silencio con la música reproduciéndose, creo que fue uno de los momentos más
dolorosos después de aquel lunes que le pedí que me dejará en paz, ya que no
hizo falta que ninguno hablara, la música lo hizo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario