lunes, 25 de agosto de 2014

-49.

El resto de la semana transcurrió igual, en el colegio saludaba a Pedro y luego ninguno sabía que más hacer aparte de las intensas miradas, siempre que estábamos cerca estaba alguien más ahí, ya sea Zaira u otro compañero.
En el gimnasio trataba de no chocarme con él, y él no volvió a sacar el tema de llevarme hasta mi casa.

El viernes se llamó a una reunión donde los miembros del comité que organizaban la obra que haríamos en Octubre comenzaron a pedir que todos colaboráramos más, porque sin la ayuda de todos no iba a salir nada bueno.
Eso me hizo recordar que con Pedro teníamos que representar todos los “amores” que surgieron y surgían desde chicos hasta grandes (en el colegio) a través de un enganchado de canciones. Apenas habíamos llegado a terminar la primera canción cuando sucedió todo. Instintivamente lo mire, él ya estaba mirándome, asintió con su cabeza y me dio una sonrisa tranquilizadora. Podíamos hacer eso, no se trataba de nosotros, se trataba de todos.

***

El sábado fui a nuestro lugar, llámenme masoquista, pero esa mañana me levanté con la sensación de querer estar ahí, y de tarde fui, rogando ser la única, porque sin duda no podría quedarme con él ahí.
El lugar estaba tal y como recordaba, con las flores de distintos colores y el césped verde, obviamente no había sido descuidado, él también había venido acá hace poco.

Me recosté y mire hacia el cielo, era un día soleado pero con nubes, tal y como me gustaba. Me quede así por un rato, simplemente disfrutando de la paz que siempre me traía ese lugar.

***

El lunes decidí que hablaría con Pedro con respecto a volver a ensayar para poder tener terminadas y buenas las canciones que tendríamos que cantar en octubre.

Así que cuando tocó el timbre de salida (luego de explicarle a Zaira) sorprendí a Pedro pidiéndole que hablemos un rato.

—Quiero que retomemos los ensayos para la obra. —Dije directa, necesitaba demostrar que no me afectaba tanto, que podíamos trabajar juntos.

—¿E-estas segura? —Dijo aclarándose la garganta (algo que hacía mucho por ahora).

—Sí, estoy segura. Supongo que al comienzo será un poco incómodo, pero tenemos que hacerlo, este es nuestro último año. —A veces me sorprendía lo mucho que podía fingir indiferencia, años de práctica, creo.

—Tenés razón. —Dijo el sonando más serio, también—. ¿Desde cuándo? Y, ¿en dónde?

—Creo que estaría bien comenzar hoy, y en mi casa. —Aunque la idea de tenerlo ahí de nuevo era extraña—. Ya que acá no podemos. —Necesite aclarar.

—Sí claro, me parece bien. Entonces, ¿nos vemos a las dos?

—Sí, a las dos. —Como antes dije en mi cabeza—. Nos vemos Pedro.

—Espera, ¿cómo vas a tu casa ahora? —quiso saber.

—En bus. —respondí, y ya sabía lo que preguntaría después.
—¿Me dejas llevarte? —hizo esa cara, la que ni siquiera él sabe que me puede, y supe mi respuesta.

—Está bien. —él sonrió como un niño al que se le acaba de dar permiso de comer dulces, y yo sonreí de vuelta sin poder evitarlo.

Durante el camino fuimos en silencio con la música reproduciéndose, creo que fue uno de los momentos más dolorosos después de aquel lunes que le pedí que me dejará en paz, ya que no hizo falta que ninguno hablara, la música lo hizo.


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