martes, 24 de febrero de 2015

-84.

Para la segunda semana de clases, con Pedro ya teníamos como una rutina.

A la mañana él me despertaba -a pedido mío- para que lo acompañara en el desayuno, una vez que él se iba yo me quedaba sola por un rato hasta que Ana o mi mamá junto con Isabella venían, a pesar de que yo insistía en que podía estar sola toda la mañana, todos insistieron también en que necesitaba compañía, y ganaron por mayoría.

Lo bueno de todo esto era que tanto Ana como mi mamá me ayudaban a preparar la comida.

Pedro venía, almorzaba con nosotras, hablabamos y luego se iba de nuevo.

Ana o mi mamá me ayudaban a estar lista para la fisioterapia y cuando Pedro volvía del trabajo ellas se iban y nosotros partíamos hacia la clínica.

Las sesiones de fisio iban bien pero yo no estaba notando ninguna mejora, paciencia me vino a la mente la voz del Doctor. Era eso o volverme loca, y ahora estaba decidiendo ir por la paciencia.

Después de la fisio si teníamos tiempo parábamos en algún Café para merendar o sino comprábamos algo de paso, todo dependía de a qué hora comenzaban nuestras clases. Como no cursabamos muchas salíamos más temprano, para las 19:30 o máximo 20hs ya estábamos en casa.

A veces recurriamos a preparar algo para la cena, otras a pedir algún delivery.

Si bien no es lo que había esperado de nuestra convivencia, tampoco era tan malo, y lo bueno de todo esto -como Pedro no se cansaba de decirme- es que no sería eterno, en algún momento me recuperaría.

—Tu abuela me llamó —dijo Pedro un viernes a la noche.

—Ah sí? Qué quería? —pregunté, me parecía raro que no me haya llamado a mí.

—Quiere que hagamos un almuerzo todos juntos de nuevo.

—Y qué le dijiste? —pregunté mientras el acariciaba mi brazo.

—Que sí —dijo e inclinó la cabeza para mirarme— está bien?

Yo asentí.

—Ya les dijiste a todos?

Él asintió.

—También invité a Zaira y Hernan.

Yo asentí contenta de que lo hiciera, entre su trabajo, la fisio y la universidad no teníamos casi tiempo de vernos y los extrañaba.

—Está bien ya los extraño —dije y luego reí— quien hubiese pensado que yo diría que extraño a Nan.

Pedro rió también.

—Quien hubiese pensado que vos me aguantarías a menos de un metro todos los días —dijo él en tono divertido y yo reí y me incliné para mirarlo.

—Gracias a tu bendita insistencia hoy estamos acá —dije y trate de que mi mirada demostrara lo realmente agradecida que estaba.

—También gracias a que vos confiaste en mí, en nosotros —dijo y me incline un poco más mientras él lo hacía también para unir nuestros labios.

—Como no darnos una oportunidad cuando vos me mirabas y hablababas como lo hacías —dije y el sonrío de costado.

—Mi mamá suele decirme que de chico era insoportable, hasta que no conseguía lo que quería no me calmaba, creo que las costumbres no se van con el tiempo —dijo y guiño el ojo, reí y sacudí un poco la cabeza.

—No me resulta nada raro.

—Sí, bueno un pajarito me contó que vos eras muy gruñona de chica, tampoco me resulta raro —rió cuando le pegue en el hombro y beso mi frente.

—Así gruñona y todo me amas —dije y él asintió.

—Locamente.

Me mordí el labio y me incliné para besarlo.

—Como yo te amo a vos —susurré y nos besamos de nuevo.

Un rato después me acomodé en su pecho suspirando feliz mientras iba a la deriva del sueño.

***

—Pochi!

—Cachorra!

Zaira me apretó en un abrazo como pudo y yo se lo devolví feliz de volver a ver a mi amiga.

Si bien dos semanas para algunos podía parecer poco para nosotras ya era bastante, ya que nos acostumbramos desde chica a estar al rededor de la otra siempre.

—No sabes lo que te extraño —dijo mi amiga mientras Pedro y Hernan fueron a comprar algo que mi papá nos había pedido que llevemos de ida.

—Yo también te extraño cachorra, pasar de verte todos los días a casi nada es muy raro.

—Totalmente, nadie en la oficina es tan buena para comentar de chismes como vos —dijo divertida y ambas reímos.

—Ya cuando me ponga bien vamos a poder vernos más estoy segura —dije omitiendo la parte en que no sabía cuando sería eso.

—Por cierto cómo va la fisio?

—El doctor dice que lo estoy haciendo bien pero yo no noto el cambio.

Ella hizo una mueca y asintió.

—A lo mejor más adelante lo notas.

—Espero que sea pronto.

—Yo también Pochi.

Pedro y Hernan llegaron y nos pusimos en camino hacia la casa de mis abuelos.

Cuando llegamos ya se encontraban los autos de mis papás y los de Pedro.

—Creo que llegamos últimos —dijo Pedro lo que yo estaba a punto de decir.

Asentimos y fuimos hasta la entrada que por supuesto estaba abierta.

Pasamos y fuimos hasta el patio donde nos encontramos con todos.

Nos saludamos entre todos y mi abuela me pregunto como mil veces si estaba bien yo le sonreía medio dicertida y exasperada y le decía que sí, realmente estaba bien.

Después de un rato -para suerte de mi salud mental- paró con las preguntas y pudimos pasar un buen rato donde casi podía olvidarme de mis problemas.

—Y para cuándo vas a cambiar ese anillo a tu dedo chiquita? —dijo mi abuela entre una conversación.

Justo en el momento exacto en que estaba metiendo un bocado de carne en mi boca.

Tosí cuando casi me atragante y Pedro me miró divertido mientras me pasaba un vaso de agua.

—Abuela mientras este así —señalé hacia mi pierna— este anillo se va quedar acá —dije una vez que me recuperé, tuve que decirlo ya que nadie hablaba en la mesa, expectantes a mi respuesta, hasta Pedro.

—Bueno yo sólo preguntaba —dijo mi abuela luciendo inocente, ni por un segundo le creí.

Por suerte Ana me salvó de pasar más verguenza cambiando de tema la conversación diciéndole a mi abuela que tenía que enseñarle a hacer la torta que le había prometido la comida anterior.

Dejé salir todo el aire que no sabía que estaba conteniendo y me dispuse a comer de nuevo cuando sentí la constante mirada de mi novio.

Me giré hacia él quien tenía una enorme sonrisa.

—Qué? —pregunté.

—Nada —dijo él y sin dejar de sonreír se inclinó para besar mi frente y luego por fin se puso a comer de nuevo también.

El resto del día fue bastante bien  sin mas preguntas incómodas o vergonzosas, una vez que todos comimos nuestra parte justa de la torta de mi abuela nos despedimos y volvimos a la ciudad.

Esa noche mientras estábamos acurrucados con Pedro casi a punto de dormir él dijo:

—Pronto.

Incliné la cabeza para mirarlo.

—Eh? —dije no entendiendo de dónde vino eso, ya que habíamos estado en silencio por un rato.

—Tu abuela pregunto cuando cambiarías de lugar el anillo.

—Aja... —aún no lo entendía.

—Vos dijiste que mientras estes así no lo cambiarías, yo tengo toda mi fe puesta en que te vas a recuperar pronto.

—Oh —dije entendiéndolo de una vez.

—No vas a mentirle a tu abuela no —dijo él arqueando una ceja, divertido.

—Claro que no —dije imitando su tono.

Él rió, yo también y luego nos besamos.

—Te amo mi amor —dijo él colocando una mano en mi mejilla acariciándola.

Yo gire un poco mi rostro y besé su palma para luego sonreírle.

—Te amo Pepe.

**
De verdad disculpen la ausencia, pero me quedo en blanco y no puedo escribir bien, por lo que directamente no lo hago ya que como está por terminar quiero hacer capítulos relativamente buenos, espero que les guste y me acompañen hasta el final.
Comenten por favor.
Mi twitter es @fatipauliter y paso la nove desde @pypuntilend.

PD: capítulo dedicado a @LOSAMO_PYP por el simple hecho de comentar siempre, gracias Cin!

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