Un par de semanas pasaron, cada vez faltaba menos para la realización de la
obra de clausura que veníamos preparando desde hace unos meses.
Desde hace dos semanas comenzamos a ensayar todos juntos para ensamblar ,
en nuestro caso, las músicas que cantábamos con el cuerpo de baile.
Entre en el colegio, los ensayos y luego el gimnasio no tenía tiempo para
nada.
Por lo que Pedro solía quedarse algunos días un rato demás luego de volver
del gimnasio juntos ya que era el único momento que teníamos solos.
Solo nos acurrucábamos juntos y fingíamos ver una película, o hablamos de
todo un poco, a veces simplemente nos mirábamos por un rato sintiendo la
compañía del otro.
Momentos que siempre eran interrumpidos luego de una hora, cuando mi papá
bajaba y se ponía “a ver la televisión” con nosotros (aunque todos sabíamos que
no estaba haciendo exactamente eso ya que tenía una arriba en su habitación
también).
A él solo le gustaba molestarnos ya que después de un rato de estar así se
levantaba, miraba su reloj y decía “uf que
tarde es” e iba hasta la cocina, clara señal para Pedro de que tenía que
retirarse.
Íbamos hasta afuera tratando de contener la risa y cuando atravesábamos la
puerta rompíamos a reír.
—Es tan obvio —dije en una de esas ocasiones aún riendo.
—Por lo menos nos da una hora —sonrío y me agarro por la cintura.
—Sí pero en las vacaciones va tener que acostumbrarte a ver tu cara mucho
más —había dicho, mientras enredaba mis manos en su nuca.
—Totalmente de acuerdo —dijo y luego unimos nuestros labios.
Siempre nos quedábamos un rato ahí solo besándonos hasta que sabíamos que
si no se iba mi papá pronto saldría.
Cuando volvía de despedirlo mi papá siempre estaba ahí viéndose todo
inocente. Y ambos reíamos.
No podía enojarme con él ni aunque quisiera así que siempre terminaba
dándole un beso en la mejilla y yendo a mi habitación luego.
Pedro se coló por la ventana un par de veces en esos días.
A veces le pedía que me cante una canción para dormir y me quedaba dormida
así mientras escuchaba su voz tarareando una melodía casi en un susurro.
***
Hoy es el primer lunes del mes de septiembre, un mes que alguna vez llego a
ser mi favorito, pero que después del desgarrador suceso del año pasado se había
convertido en el mes que más odiaba, un poco irónico quizá ya que era el mes de
mi cumpleaños.
Yo sabía que esta semana no iba a ser buena para mi, demasiados recuerdos,
demasiada culpa, la carga de la muerte de Gonzalo estando presente más que
otros días.
No sabía como iba a lidiar con todo eso, pero solo esperaba no lastimar a
nadie más en el proceso.
***
Fui al baño en el primer receso para lavarme la cara y ver si funcionaba de
algo en relajarme, dejar de pensar y concentrarme en las clases.
Me miré fijamente en el espejo, unos ojos verdes sin ningún tipo de emoción
me regresaban la mirada. Solía ser buena leyendo a los demás al mirarlos en los
ojos, pero nunca pude hacerlo conmigo misma, y ahora mismo me preguntaba qué
decían mis ojos.
Si trasmitían todos esos sentimientos encontrados que estaba sintiendo.
Porque una parte de mí, la más pequeña, quería convencerse de que estaba
bien vivir, sonreír, ser feliz.
Pero la otra parte, la que ocupaba más lugar en mis pensamientos, me decía
que era egoísta viviendo mientras mi hermano tendrá para siempre dieciséis años.
Él no va disfrutar nunca del sentimiento de estar enamorado, ni el de cometer
locuras, errores, para luego remendarlos. Nunca va casarse, ni tener hijos,
nada.
Lágrimas caían de mis ojos y rápidamente me metí dentro de uno de los cubículos
del baño, no quería que nadie me viese llorar, no quería la lástima de nadie,
no la merecía.
Me obligué a recomponerme y para cuando las lágrimas pararon salí de nuevo,
mientras me estaba lavando la cara alguien entró al baño.
Sabía que era Zaira antes de girarme y dar con ella.
—No otra vez Pochi —dijo negando con la cabeza y mirándome tiernamente.
—No otra vez qué? —fingí que no entendía pero ella me conocía mejor.
—Estas volviendo a caer, hace casi un año estábamos casi en lo mismo si
recuerdo bien —y tenía razón, hace un año estaba peor, solo Zaira sabía, porque
era muy buena escondiéndolo para el resto.
—No pasa nada sólo me sentí mal —intenté una vez más convencerla, aunque
sabía que era inútil.
—Dale Paula —me reprochó— toda la vida siendo tu amiga y todavía intentas
mentirme —negó con la cabeza y yo suspire derrotada—
Se acerco a mí y me apretó un abrazo que no sabía, pero lo necesitaba.
Mientras nos abrazábamos ella siguió hablando.
—No podes culparte toda la vida amiga, los accidentes pasan y esa noche les
tocó a ustedes, nada es culpa tuya Paula, ni siquiera manejabas —dijo las
palabras con tanta firmeza que quise creerla, pero no podía.
—No puedo —susurre y la abrace más fuerte, poniendo todo mi esfuerzo en no
llorar de nuevo.
—Si que podes, sabes que conocía al enano casi tanto como vos, y se que
nunca hubiese querido que te culpes por nada, él te amaba más que a nadie Pau,
vos eras su todo —dijo y no pude aguantar más, comencé a llorar, y los sollozos
salían desde el fondo de mí— Él nunca te culparía por esto ni por nada.
No sabía lo que sentía en ese momento pero no podía dejar de llorar, tristeza,
angustia y algo que no pude entender se mezclaron mientras me Zaira me dejaba
llorar.
—No sé que haría sin vos —dije cuando me calmé lo suficiente.
—Yo tampoco se qué haría sin mi —reí fuerte, solo ella podía lograr eso.
—Gracias cachorra en serio —dije abrazándola de nuevo.
—No agradezcas tontita es para eso que estoy, siempre juntas —ambas sonreímos.
—Siempre juntas —concordé y fui a lavarme la cara nuevamente.
—Como sabía que iba a costarme sacarte de acá ya pedí que nos dejaran salir
más temprano diciéndoles que no te sentías bien. Y antes que digas nada, les
dije que tus papás no estaban en la ciudad y que llamaran a mi mamá para que
venga a buscarnos así que vamos —dijo
como si no hubiera hecho nada extraordinario, pero para mi lo era, no
quería preocupar a mis padres, sabía que ellos también sentían más que nunca el
peso de la ausencia de Gon en estas fechas.
En ese momento se me vino una persona a la cabeza.
—Pedro —susurre preocupada, lo había dejado en el curso sin decir nada, y
no tenía ni siquiera el celular conmigo.
—Tranquila yo hable con él —dijo Zai y suspire con un poco de alivio— no le
dije que sospechaba lo que te pasaba, solo le dije que te sentías mal, como a
todos y que te iba a llevar a mi casa, estoy segura que apenas pueda salir va
ir.
—Gracias —la abracé de nuevo, porque lo que dije anteriormente era cierto,
no sabía que haría sin ella.
***
Tal y como Zai predijo, al medio día me llego un mensaje de Pedro diciéndome
que venía para la casa de Zaira. Solo le respondí que esta bien.
Pedro sabía lo que pasó con Gon pero todavía no estaba segura de contarle
mi crisis de hoy.
Unos cuantos minutos más tarde supe que llegó solo por escuchar el sonido
lejano de su auto estacionándose.
No esperé a que tocará simplemente abrí la puerta, él estaba viniendo con
una caja de chocolates en la mano, sonreí con ternura y él lo hizo también.
No espere un segundo más y lo abracé apenas estuvo a mi alcance,
inmediatamente me abrazó también, esta vez lo abracé por la cintura y el rodeo
mis hombros, me sentí protegida como si nada malo en el mundo pudiera pasarme,
aunque lo hizo.
No me di cuenta que estaba llorando hasta que él se alejó un poco y al ver
mi cara comenzó a limpiar mis lágrimas.
—Qué pasa mi amor? —quiso saber pero yo no podía hablar aún, negué con la
cabeza y volví a enterrar mi cabeza en el hueco de su cuello— esta bien —susurro
él mientras me acariciaba la espalda.
Una vez que creí recuperarme lo volví a mirar y pude ver toda las preguntas
en sus ojos.
—Ya almorzaste? —preguntó y yo negué con la cabeza— qué te parece si vamos
a mi casa, comemos y me contas qué esta mal?
Por mucho que no quería tener que contarle mis problemas a Pedro, sabía que
tenía que hacerlo, porque si las cosas fueran al revés yo también querría saber
lo que pasaba con él.
Le dije que sí, fui a decirle a Zaira y su mamá que ya estaba mejor y que
iba a almorzar con Pedro, luego nos subimos al auto y nos dirigimos a su casa.
Resultó que nadie estaba en su casa en ese momento, pero Ana, la mamá de
Pedro había dejado un poco de comida en el microondas.
Lo calentamos y comimos casi en silencio, solo mirándonos.
Cuando terminamos de comer y limpiar todo, la curiosidad me ganó y pedí a
Pedro que nos llevará a su habitación porque nunca la había visto antes.
Cuando entramos pude ver muchas cosas que obviamente coincidían con lo que
él era, cuando me senté en su cama vi que a ambos lados, en sus dos mesitas de
luz había portarretratos, uno tenía una foto de toda su familia junta, y él
otro era una foto nuestra, mi favorita podría decir, una que Zaira nos había
quitado en algún momento en qué no nos dimos cuenta, ambos estábamos mirándonos
y sonriendo, en la foto podía verse claramente lo enamorados que estábamos,
sonreí y lo miré, él me sonrío de vuelta.
Me acosté de un lado de la cama y él del otro, ambos nos pusimos de costado
para poder estar frente al otro.
Él quito un mechón de cabello que se me había caído en la cara, lo llevó
hasta detrás de mi oreja y dejo su mano en mi mejilla, yo cerré los ojos ante
el contacto y para concentrarme en poder contarle lo que me sucedió hoy de una
manera que no sonará tan triste, no quería que sienta pena o algo parecido, en
absoluto.
Para cuando terminé tenía lágrimas en mis ojos inevitablemente, lo que me sorprendió ver es que Pedro tenía unas cuentas en los suyos también, me acerqué más a él agarré sus mejillas y lo besé, nos besamos lento y con dulzura probando el sabor de nuestras lágrimas, consolándonos.
Nos separamos un tiempo después y el terminó de limpiar mis lágrimas.
—Nunca estuve en una posición como esa, pero Pau, puedo decirte con certeza
que nada fue culpa tuya —dijo con tanta convicción que lo sentí real y aunque
sabía que seguiría creyendo lo contrario por mucho tiempo más, se sintió bien
escucharlo.
—Gracias —susurré y el negó con la cabeza.
—No tenes nada que agradecerme mi amor, la próxima vez que te sientas así
te suplico que me digas si? Quiero estar para vos, quiero hacer todo mejor para
vos —ambos sabíamos que eso no era del todo posible, pero asentí porque él
siempre encontraba la manera igual.
—Te amo —dije pegando mi frente con la suya.
—Y yo te amo a vos —dijo para luego acercar sus labios a los míos una vez
más.
Después de un tiempo me acomodé en su pecho y nos quedamos dormidos.
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